lunes, 22 de febrero de 2016

ADULTERIO EN LA INCÓGNITA Y REALIDAD de Galdós

                                                                                                       


 

En la mitología clásica abundan las historias truculentas de engaños, traiciones, relaciones ilícitas y adulterios. El más conocido de los deslices adúlteros de los dioses del Olimpo es, sin duda, la famosa historia del adulterio de Afrodita esposa de Hefesto con Ares, que ha inspirado a poetas (“Los amores de Marte y Venus”) y pintores (“La fragua de Vulcano” de Velázquez en el Museo del Prado)1.

Pero la infidelidad conyugal de más trascendencia en la mitología griega fue el abandono de Menelao, rey de Esparta, por su esposa Helena, que huye con su amante, Paris, a Troya, después de que éste violase las leyes de la hospitalidad. Esta trasgresión (adulterio) dio lugar a la llamada Guerra de Troya entre griegos y troyanos con victoria de los primeros. Y que los acontecimientos desencadenados por este adulterio dieron a Homero material narrativo suficiente para componer los dos cantos épicos fundacionales (Iliada y Odisea) de la literatura occidental.

Y no deja de ser curioso que una vez concluida la guerra Helena regresa con Menelao y aparentemente no sufre castigo. Helena es una de las pocas mujeres adúlteras que no paga por su trasgresión de las leyes y por tanto, podemos ver en ella una clara prefiguración de la femme fatale, seductora y destructiva cuya belleza hechicera la exime de recibir un castigo ejemplar.

Donde también encontramos mujeres adúlteras es en la Biblia. En los diez mandamientos, el sexto y el décimo condenan explícitamente el adulterio (Éxodo, 20): “No cometerás adulterio. No codiciarás la mujer de tu prójimo (…), ni su criada”.

Las leyes del Deuteronomio (22), dicen así respecto del “Adulterio o fornicación”: “Si se sorprende a un hombre acostado con una mujer casada, ambos morirán (…); así quitarás el mal de Israel”. Así pues en el Antiguo Testamento el ejemplo más llamativo es la seducción de Betsabé por el rey David (Samuel, 11). En este caso nos encontramos a la víctima, la mujer casada seducida. Los versículos bíblicos cuentan que Betsabé acudió a la llamada del rey David y fue suya, a pesar de pertenecer a Urías, su esposo legítimo.

En el Nuevo Testamento se abre la vía del perdón cristiano para la mujer pecadora. En el evangelio de San Juan (8): “La mujer adúltera”, Jesucristo la libera de ser lapidada con estas célebres palabras: “El que de vosotros esté sin pecado, sea el primero en arrojar la piedra contra ella”. Después Jesús le dice: “Tampoco yo te condeno; vete, y no peques más”.

Pero no será este el tenor que se seguirá aplicando en el trato social del adulterio de la mujer y la literatura llevará a cabo su representación a lo largo de la historia. Será, sin embargo, en la novela realista del siglo XIX cuando cristaliza el género con Madame Bovary de Gustave Flaubert, que es la novela que representa por antonomasia el adulterio femenino en la segunda mitad del siglo XIX. La perspectiva se centra en la mujer adúltera y se le otorga por primera vez voz propia.

Los únicos que han pretendido acabar con la desigualdad de las relaciones de pareja, el matrimonio y el adulterio burgués son los nihilistas rusos, que lo reflejarían en sus manifestaciones literarias. En efecto el pensamiento de los nihilistas rusos preconiza muchas de las ideas anarquistas de Bakunin, que se difundieron por Europa a principios del siglo XX. Estos llevarían a cabo la abolición del adulterio en la sociedad y por tanto, en la literatura. Plantean una sociedad utópica de hombres y mujeres libres en la que la infidelidad conyugal es lícita y plenamente admisible; entonces esta infidelidad de la mujer anarquista, dejaría de suministrar materia novelable atractiva, porque se habrían acabado las relaciones de dependencia y dominio entre los sexos. Aunque en las manifestaciones literarias los personajes de ficción, que deberían reflejar los ideales del hombre y la mujer nuevos, se comportan aún como personas llenas de antiguos prejuicios.

Sin embargo la trama triangular había llegado a un grado notable de ‘automatización’ a finales del siglo XIX, de tal forma que se agota como patrón narrativo. Y ya en el siglo XX con el divorcio admitido y la incorporación de la mujer al trabajo, pues la trama adulterina ha perdido parte del potencial conflictivo.

Pero adentrémonos en el estudio de las dos novelas, La incógnita y Realidad” de Galdós que responden de una manera original, como veremos, al patrón de la novela de adulterio. Parece ser que la génesis de estas dos novelas fue un suceso real: El crimen de la calle Fuencarral, que actuaría de intertexto. Este crimen ocurrió en Madrid a principios de 1888 y en él una señora rica fue asesinada en dicha calle. Se acusó del crimen a la criada que vivía con la víctima. En principio la criada confesó su culpabilidad, pero luego declaró que tuvo un cómplice y en sus declaraciones cambió varias veces el nombre del cómplice. La criada fue condenada a muerte y el proceso despertó el interés del público por el cinismo de la asesina y todos los periódicos aprovecharon el suceso para aumentar sus ventas. El mismo Galdós escribió entre el 19 de julio de 1888 y el 30 de marzo de 1889 seis crónicas para el diario bonaerense La Prensa. Galdós relató el crimen desde su condición de periodista a los lectores argentinos, pero quedó sorprendido por la capacidad de fabulación de la asesina que no confesó la verdad ni en el momento de su muerte. La astucia de la asesina llevó a Galdós a reflexionar acerca de cómo percibimos y conocemos la realidad y estas observaciones quiso plasmarlas en estas dos novelas. La incógnita, que fue escrita durante el proceso y Realidad al concluir. La historia de estas dos novelas es bastante sencilla y común: el adulterio de Augusta Cisneros de Orozco, y el suicidio de su amante, Federico Viera, por sus remordimientos de conciencia.

No deja de ser significativo que la novela de adulterio burguesa sea, por excelencia, la novela del adulterio femenino, ya que el adulterio masculino goza de gran tolerancia social, siempre que la relación extramatrimonial se llevara con discreción y no supusiera la dilapidación del patrimonio familiar.

En estas dos novelas que tratan el mismo tema, aunque de modo diferente, el adulterio femenino sirve de metáfora de las ansiedades colectivas de una sociedad en época de cambios. Adulterar según el diccionario de María Moliner es quitarle a una cosa su pureza mezclándose con algo y esa mezcla supone una trasgresión imperdonable desde el punto de vista de la sociedad patriarcal.

La mujer adúltera presenta un desafío al significado del matrimonio y de los roles sexuales, ya que pone a prueba la familia como institución, la maternidad y la transmisión de la propiedad, que son los pilares de la sociedad burguesa.

El adulterio de Augusta sirve de metáfora de las ansiedades colectivas de una sociedad en una época de inestabilidad. En su rol de mujer adúltera, Augusta se identifica con el caos que amenaza al orden social burgués. Como Emma Bovary se enamora de otro hombre para huir del aburrimiento de la vida burguesa, demasiado ordenada según ella: “Me ilusiona el desorden (…) Es cierto que me atrae el misterio, lo desconocido. Lo claro y patente me aburre (…) Por qué me enamoraste tú grandísimo tunante? Porque eres una realidad no muy clara” ( R.II, ix )

Augusta acepta y admira a su marido, pero no le ama. Para ella el adulterio no significa nada malo, pues considera que el amor verdadero es un sentimiento legítimo.

Pero veamos el desarrollo de las dos novelas, La incógnita y Realidad, publicadas ambas en 1889 por la imprenta “La Guirnalda” de Madrid, plantean la misma historia, pero enfocada desde dos perspectivas distintas y con una técnica literaria diferente. Son pues dos textos complementarios, que enriquece el uno al otro y se deben leer seguidos, de hecho tanto la edición de Cátedra (2004) como la de Akal (2009) ofrecen las dos novelas en un solo tomo. Galdós le da a estas dos novelas la forma epistolar y dialogada con el empeño de experimentar con la escritura, con el afán de profundizar en el análisis de la realidad y todo ello sin estridencias, dentro de la praxis habitual del canon realista-naturalista (Etapa espiritualista). Realidad viene a ser un híbrido entre novela y teatro. De hecho el drama Realidad se estrenó en 1892 con la consiguiente adaptación para la escena y Mª Guerrero interpretó a Augusta.

 
 
 
 
 
 
Pues bien, La incógnita es una novela compuesta íntegramente por cartas de un único narrador, Manuel Infante, a un destinatario D. Equis; mientras que en Realidad intervienen los mismos personajes, pero es una novela dialogada.

En La incógnita quien nos da la versión de los hechos es Manuel Infante, testigo de la acción, cuyo principal interés por los sucesos ocurridos radica en que se está enamorando de Augusta. Es diputado por Orbajosa y mantiene correspondencia con su amigo orbajosense X (“A. D. Equis X, en Orbajosa”) y comienza la correspondencia en “Madrid, 11 de noviembre” y termina con la única carta “De Equis a Infante, Orbajosa, 24 de febrero”.

La historia se nos cuenta a través de sus cartas. Desde un principio Manolo Infante advierte a su corresponsal que le va a mostrar los hechos desde un punto de vista subjetivo. Infante que frecuenta la casa de los Orozco en Madrid, sospecha que Augusta, mujer de Tomás Orozco, tiene un amante. Intenta descubrir quién es. Llega a creer que puede ser el joven Federico Viera, gran amigo suyo, pero éste le disuade de su sospecha. La muerte de Federico en extrañas circunstancias conmociona a todo Madrid; se comentan las más variadas versiones y en todas figura Augusta.

Manolo Infante trata de investigar las causas de la muerte de Federico. Recurre a “la Peri”, antigua amante de Federico que no le despeja la X. Surgen más hipótesis, alguien dice que el autor de la muerte es Orozco, quien se encontraba fuera de Madrid esa noche en la finca Las Charcas. Ante la imposibilidad de resolver el problema, Infante decide volver a Orbajosa.

Las dos últimas cartas plantean una rara pirueta inverosímil, en la que Galdós rompe con el mundo real que ha regido toda su obra. Manuel Infante recibe un paquete de su amigo orbajosense X que contiene una novela en forma de diálogo titulada: Realidad, novela en cinco jornadas. D. Equis le escribe por primera vez y le dice que ha guardado sus cartas en el arca de los ajos y las cebollas y que estos productos naturales han ordenado los datos y elaborado una posible explicación del asunto.

Así Realidad se nos ofrece como la metamorfosis de las cartas de Manolo Infante en novela y le dice X: “no te quemes las cejas averiguando quién ha compuesto eso. La realidad no necesita nadie que la componga; se compone sola” (LI, XLII, 24 de febrero).

Lo primero que se advierte en La incógnita es que el título es equívoco e incluso irónico, porque no hay una incógnita, sino varias. La primera es la del destinatario de las cartas, denominado precisamente X (la incógnita algebraica): “Equisillo, Equis de mis entretelas”. La otra incógnita es la planteada por la muerte de Federico Viera, ¿suicidio o asesinato? Otra incógnita suscita el comportamiento se Augusta, ¿ tiene un amante? Tomás Orozco, el marido de Augusta, ¿es un santo laico, un hipócrita o un embaucador? Las dos últimas cartas son ajenas a la trama argumental urdida en torno a las incógnitas planteadas por la muerte de Federico y constituyen el nexo de unión con la novela siguiente Realidad, donde en forma dialogada se irán despejando las incógnitas.

REALIDAD:


 
 
Augusta Cisneros y su marido Tomás Orozco no tienen una auténtica comunicación. La joven esposa tiene relaciones amorosas con Federico Viera, hombre joven, atractivo y aristócrata, pero impecune. El orgullo de clase le impide aceptar ayuda de nadie, salvo de su amiga Leonor, “La Peri”, una prostituta. Federico no se siente unido a Augusta más que por el deseo; no hay confianza entre ellos. Piensa dejarla porque le molesta que siempre le esté ofreciendo dinero; además sufre al ver que está engañando a Orozco, un santo, un hombre elevado que intenta ayudarle. Orozco había heredado una gran fortuna conseguida a base de estafas por su padre, que era socio de Joaquín Viera, padre de Federico, el amante de su mujer. Y de ese origen ilícito de la fortuna le viene a Orozco esa manía espiritualista de perfección.

El padre de Federico Viera, Joaquín Viera regresa a Madrid, dispuesto a dar un sablazo a Tomás Orozco. Quiere cobrar un pagaré, que ya ha prescrito, de una sociedad de seguros, La Humanitaria de la que fueron socios. Tomás Orozco no le da la razón; pero para aliviar su conciencia decide entregar el importe del pagaré a los hijos de Joaquín Viera, Federico y Clotilde.

La generosidad de Orozco abruma a Federico. Además Cornelio Malibrán ha descubierto el piso que tiene alquilado con augusta. Los amantes discuten a propósito del dinero. Federico se pega un tiro en el costado y revólver en mano obliga a Augusta y la criada que le dejen salir y oyen cómo dispara de nuevo y muere.

Al día siguiente Augusta finge que se ha enterado de la noticia. Todos murmuran que ella algo tuvo que ver, pero ella lo niega.

El interés de Realidad radica en la forma original con que Galdós plantea el tema del adulterio. La novela hablada Realidad presenta la infidelidad de la esposa, el marido lo sabe y espera estoicamente que ella lo confiese, sin tomar ninguna resolución violenta para reparar su honor.

Augusta reconoce los méritos de su marido, lo admira, siente cariño hacia él, pero no le ama. Para ella el adulterio no significa nada malo, pues considera que el verdadero amor es un sentimiento legítimo. Con el convencimiento de que su amor es legítimo, Augusta, la casada infiel, es una criatura amoral, indiferente a las normas de la sociedad en que vive; sin embargo tanto su marido Tomás Orozco, como su amante, Federico Viera son dependientes de esas normas. Augusta, por su parte, vive y piensa como un espíritu libre.

Además en la mayoría de las novelas de adulterio la heroína termina castigada con la muerte por violar la institución del matrimonio; en Realidad es al contrario, la adúltera sobrevive sin ser castigada y es el amante el que muere por su mano. Federico Viera se suicida porque no puede vivir sabiendo que ha ultrajado el honor de su amigo y protector. Se siente inferior al marido de Augusta, que soporta la infidelidad de su mujer y todavía quiere ayudarle económicamente.

En la vida de Federico hay dos mujeres, Augusta y “La Peri”, con Augusta comparte su cuerpo y con “La Peri” sus confidencias. Para Federico, Augusta es una mujer dominadora que trata de comprar su fidelidad y confianza con dinero, que sale de las arcas de su marido. Galdós nos presenta una inversión de roles en la novela Realidad; generalmente en las novelas de adulterio la mujer se ve acorralada y sin dinero y recurre al hombre para solucionarlo; en Realidad es el hombre quien no tiene dinero y además está endeudado; y siente su amor propio herido cuando Augusta le ofrece compartir con él sus bienes: “Soy rica. ¿ cómo voy a soportar que vivas en la miseria? Yo quiero compartir contigo mi bienestar, a la faz del mundo si es preciso. No me avergüenzo de ello” (R. II, x ).

A Federico esta oferta le parece una humillación y se siente indigno por saber que engaña a un hombre de moral superior. Federico se siente prostituido como “La Peri” y no acepta la degradación. En Realidad sucede lo contrario que en Madame Bovary, donde Emma se suicida porque su amante le niega el dinero para pagar sus deudas; mientras que Federico se suicida porque se siente deshonrado al recibir la oferta monetaria, toma conciencia de su desclasamiento económico.

Tienen interés las relaciones desinteresadas entre Federico y “La Peri”, ésta es una prostituta que en una época fue amante de Federico, pero ahora es su confidente y además le presta dinero para pagar sus deudas. Estos favores los acepta el infatuado Federico de “La Peri” y no de uno de su clase social: “Por nada del mundo acepto yo, de un amigo de mi clase, ciertos favores. ¿Por qué los acepto de ti, sin que mi decoro se sienta herido? No puedo explicártelo claramente (…) ¿Se funda quizá en nuestra degradación”( R. II, v)

Feal Deibe califica a Federico de héroe calderoniano: “Es el amante, y no el marido quien se ajusta a la tradición. Lo prueba dándose muerte a sí mismo, ya que según el modelo calderoniano el amante debe morir. Al no matarlo el marido, el amante se mata a sí mismo. De tal forma se identifica con el marido engañado, y así se entiende muy bien el abrazo final de los dos hombres (de Orozco y la imagen de Federico) y la exclamación de aquel a este: “Eres de los míos”2.

La identificación del marido y el amante en su desprecio por la adúltera es el producto de los prejuicios del rol de la mujer y su lugar en la sociedad. Para los hombres del círculo de Augusta la mujer casada debía ser fiel a su marido, de lo contrario se la consideraba una prostituta destinada a satisfacer los instintos sexuales del hombre.

Realidad refleja la fascinación que siente Augusta por todo aquello que se aleja de la rutina insoportable de la vida diaria. Augusta tiene buena posición económica, pero considera que la vida burguesa y ordenada, como esposa fiel de Tomás Orozco, no le proporciona los placeres de la sorpresa o de lo repentino. La adúltera confiesa su culpabilidad a la sombra acusatoria de su esposo de esta forma: “Bendito sea lo repentino, porque a ello debemos los pocos goces de la existencia. ¿Hemos nacido acaso para este tedio inmenso de la buena posición teniendo tasados los afectos como las rentas (…). Y lo peor es que la educación puritana y meticulosa nos amolda a esta vida, desfigurándonos lo mismo que el corsé nos desfigura el cuerpo” (R, I,viii).

Galdós nos presenta en Realidad el adulterio femenino como un acto de rebeldía contra las normas sociales que oprimían a la mujer. Pone el foco en la educación basada en la hipocresía, que sólo se preocupaba del “qué dirán”. Sin duda la novela constituye una dura crítica a los valores morales y sociales de la sociedad burguesa de finales del siglo XIX.

El tema del adulterio es presentado en sus novelas desde diferentes perspectivas. En La de Bringas describe los problemas de una mujer de clase media, que se degrada por motivos económicos. Rosalía Pipaón comete adulterio para pagar sus deudas. En Lo prohibido el tema es tratado desde el punto de vista del seductor. José Mª Bueno de Guzmán, rico heredero seduce a sus primas casadas. En cambio en La incógnita y Realidad se presenta el tema del adulterio desde una perspectiva más liberal y más compleja. Tenemos un marido excepcional (un santo laico), un amante que se suicida por honor y una mujer sexualmente libre, que ama el placer. Lucha por su amor, que le parece legítimo y no siente culpabilidad por su infidelidad.

En cuanto a los personajes sólo Augusta había sido destacada en La incógnita, mientras que la personalidad de Orozco y Federico quedaba un tanto difusa.

Pues bien, a pesar de ser Augusta la “mala”, la trasgresora, resulta un personaje atractivo y Orozco un personaje negativo. A esto ayuda, en parte, el hecho de que la figura de Augusta esté presuntamente basada en Emilia Pardo Bazán, con quien Galdós mantenía una apasionada y secreta relación, cuando escribía estas dos novelas. Dice doña Emilia en una carta a Galdós, que empieza así: Men are men, the best sometimes forget y está fechada en “Sábado”: “Me he reconocido en aquella señora (Augusta) más amada por infiel y por trapacera”3. Carmen Bravo Villasante deduce: “Psicológicamente es posible identificar a Galdós con el personaje de Orozco, ya que la Pardo Bazán se ha reconocido en Augusta”.

 
 
 
 



 
 
 
 
                                                                   
 
 
 
La simpatía de Galdós por Augusta no es sentimental, sino que ha creado un personaje lleno de valores humanos, aunque la sociedad y los hechos parezcan demostrar lo contrario. Su falta principal es el adulterio y no ha sido una inclinación premeditada, sino un hecho al que sus condiciones vitales la han empujado. Los ideales de perfección de su marido y sus obsesiones por anular lo material han descuidado las necesidades afectivas y libidinosas de su esposa: “Augusta no entiende de esas perfecciones; me lo ha dicho. Es humana y no le hace maldita gracia parecerse a los serafines”( R. IV, xvi)

Las relaciones maritales entre los Orozco son prácticamente nulas y Augusta se ve abocada al adulterio, pero la elección no ha sido buscada conscientemente: “Puedo asegurarte que yo misma no me doy cuenta cómo he llegado a esto. Se ha hecho solo, se ha arreglado como se arregla la realidad, (…) sin intervención de nuestra voluntad, o al menos, por mera obra del sentimiento, que todo lo añasca”, dice Emilia-Augusta (Cartas a Galdós, p.82).

Augusta, como mujer inteligente, es consciente de su situación, y aunque la religión y la sociedad condenen su falta, ella no siente culpa, ni se siente angustiada por el adulterio cometido. “¿Te asombras que no me disculpe?- le dice a la sombra de su marido: “no siento en mí la menor culpa”.

Pero el matrimonio Orozco-Augusta no siempre ha sido irregular. Lo que ha ocasionado la defección amorosa es la manía de perfección de Orozco, que raya en lo patológico. Esto dice Augusta al respecto: “Los santos deben estar en el cielo. La tierra dejárnosla a nosotros los pecadores, los imperfectos, los que gozamos, los que sabemos paladear la alegría y el dolor” (R.I,viii).

Los ideales de perfección de Orozco son comentados con profusión tanto en La incógnita como en Realidad. Todo el círculo de amistades opina sobre ellos, unos a favor y otros en contra. Para unos es un hombre digno de admiración, para otros un hipócrita, incluso un fanático para otros. Y Augusta personaje terrenal, vitalista, no entiende la esencia de la perfección y busca explicaciones racionales que la llevan a dudar del buen juicio de su marido: “Has dejado de ser hombre, si él fuera más hombre y menos santo”, quizá ella no se hubiera visto empujada al adulterio.

En este afán de perfección de Orozco, la crítica ha visto un acendrado narcisismo (una personalidad narcisista) y cuando la libido se torna narcisista, los deseos sexuales se abandonan y se sublima todo lo considerado material.

Tomás Orozco es un personaje complejo, que desconcierta la lector, del mismo modo que desconcierta a Manuel Infante. Primero nos lo presenta como el hombre más completo que existe. Después duda de todas sus perfecciones y al final de La incógnita le trata de embaucador: “Este Orozco, ¿qué clase de hombre es? Explícamelo tú entusiasta de sus virtudes (…), cuando éstas se presentan en tal grado de perfección, éntranme ganas de dudar de ellas, o de tenerlas por papel bien estudiado y aprendido para embaucar al mundo” (LI.,XXXVIII, 19 de febrero).

Sólo en la última jornada de Realidad, muerto el amante Viera, Orozco abre su alma

y permite descubrir su patología. Su idea de superioridad (perfección) se hace manifiesta y con ella su desprecio por Augusta. Le pide que confiese su infidelidad con el objetivo de humillarla: “No tiene alma para nada grande- piensa Orozco de Augusta. Si me confiesa la verdad (…), la perdono y procuraré recuperarla” (…). Pero Augusta no confiesa y es evidente que Orozco no siente amor, ni celos, ni enojo. Su único interés es la elevación moral de ella, dice Augusta: “¿Ese perdón vale? El perdón de quien no siente; ¿es tal perdón? (…) Su santidad me hiela. Yo no confieso, no confesaré” (R.V, xii).

Más adelante se produce un diálogo mudo entre la pareja, donde la oposición entre los sentimientos de ambos es manifiesta: “Orozco: (…) Nada existe más innoble que los bramidos del macho celoso por la infidelidad de la hembra”, y Augusta responde:

”Si en él viera yo el noble egoísmo del león que se enfurece y lucha por defender su hembra me sería fácil humillarme y pedirle perdón”. (R.V,xii)

En la última escena la preocupación de Orozco es que no trascienda socialmente lo que sucede en casa (la realidad): “Que nadie advierta en ti el menor cuidado, la menor pena por lo ocurrido en tu casa. Para tus amigos serás el mismo de siempre” (R. V,xiii). Postura narcisista, pues.

Estamos ante dos personajes uno aparentemente bueno y el otro malo. Pero las apariencias pueden ser engañosas. Orozco, el santo laico, paradigma de la perfección humana tiene una personalidad patológica. Y Augusta la mujer adúltera, mentirosa y causante de la muerte de Federico Viera, es un personaje lleno de valores humanos, víctima de su perfecto marido y de la hipócrita sociedad en que viven. Galdós se hará esta pregunta en El abuelo años después: “El mal…es el bien” o el bien…es el mal, naturalmente.

En cuanto a Federico Viera, el amante, es un hombre que vive anclado en el pasado. Sueña con la vuelta a la sociedad estamentaria y se niega a adaptarse al nuevo sistema de valores. Sus amigos le reprochan su orgullo, que mantiene por encima de todo, aunque pase hambre. Este orgullo aristocrático se refleja en la actitud con su hermana Clotilde, que la obliga a estar recluida en casa porque no tiene dinero para hacer vida social; y tampoco le perdona su fuga con el hortera Santanita, aunque sea, activo, emprendedor y logrero. Federico no soporta que se salten las barreras que separan las clases sociales. Su amor propio rayano en lo patológico es lo que provoca su ruptura con Augusta (suicidio). No soporta la bondad de Orozco, cuando le está ultrajando. Tan grande es su obsesión que incluso aparece la sombra de Orozco y conversa con ella. En el fondo Viera se siente atraído por su rival y lo tiene tan idealizado, que se suicida en un arranque de dignidad. Don Ricardo Gullón sugiere la atracción homosexual entre Orozco y Viera.

Federico Viera se encuentra entre la espada del deshonor y el muro de la pobreza; y esto aumentado por los amores de Clotilde con Santanita, un hortera de bolera, aunque logrero emprendedor; y por lo tejemanejes de su padre, el sablista Joaquín Viera. Su padre influye en la decisión de Orozco de entregar el pagaré a Federico y a Clotilde, lo que precipita el desenlace del suicidio de Federico.

Toda la catástrofe le sucede a Federico por estos motivos: 1º es un señorito arruinado que necesita dinero; 2º su hermana que se desclasa casándose con el hortera Santanita; 3º la aparición de su padre adicto al sablazo y 4º Malibrán (ancora il Malibrán) descubre el piso donde se ven Viera y Augusta y avisa al marido de la infidelidad de Augusta.

Augusta no comprende la actitud de ninguno de los dos. Es una mujer sensual, sin aspiraciones morales. En cierta medida la mujer adúltera sirve de mediadora de la relación entre los dos hombres-amante y marido- permitiendo el vínculo entre los dos hombres, que es superior al vínculo con la mujer amada.

Para Federico el adulterio en sí tiene poca importancia, puesto que la falta se le imputa a la mujer casada, según la mentalidad patriarcal. Sin embargo Augusta con su vitalismo e independencia está dispuesta a abandonar todas las leyes por el amor libre, hecho que causa inquietud a Federico. Augusta pretende enaltecer el adulterio, convirtiéndolo en una relación burguesa, estable y ordenada con un marido consentido. Pero a Federico, hombre de honor y tradicional, lo que le preocupa es el marido ofendido, que, además, es su benefactor. No soporta su superioridad moral, la perfección narcisista de Orozco y por honor se suicida.

Hay otra figura femenina, Leonor, “La Peri”, prostituta con la que Federico tuvo relaciones; y ahora hay entre ellos sólo amistad pura. Es la única persona en quien confía Federico, es su confidente y acepta su dinero sin sentirse degradado.

Por último el matrimonio de la hermana de Federico, Clotilde con el hortera emprendedor, Juan Santanita representa el igualitarismo de la emergente clase media.


CONCLUSIÓN:

Si hacemos una glosa de los títulos de las novelas que hemos analizado, nos encontramos con La incógnita, que no es una, sino varias y Realidad, que tendría que despejarnos todas las incógnitas; pero tampoco lo cumple; pues no sabemos quien es “X”, el destinatario de las cartas de Manolo Infante. Y aunque Tomás Orozco se entera del adulterio de su mujer, ella no le confiesa la ‘realidad’.

En cuanto al significado de los nombres de los protagonistas, Augusta, la esposa de Tomás Orozco, es una adúltera augusta, egregia e ilustre por la libertad que se toma en una sociedad tan pacata. Tomás, el incrédulo marido, negará hasta tres veces el adulterio de su mujer por el “qué dirán”. Augusta sigue con su marido, se restaura el orden; y si acaso el único castigo que recibe es quedar privada de su amante.

Tenemos también a Cornelio Malibrán y Orsini, personaje secundario, que es quien descubre el piso donde se ven Augusta y Federico, y claro con el nombre que tiene, no es extraño que actúe de “mercurio” de la infidelidad (de los cuernos).

Leonor, amiga y confidente de Federico Viera, este nombre fonéticamente tiene algo en común con honor, quizá el que, a toda costa, quiere defender Federico, evitando el matrimonio de su hermana y no aceptando dinero de Augusta. Pero quizá nos interesa más su sobrenombre, “La Peri”, en La incógnita (LI. XVIII, 6 de enero), Manolo Infante la califica de “moza de esas del partido”, una prostituta, y que el origen “del apodo se encontraría en el misterioso lexicón de la gente del bronce” (Ibídem); pues bien, aún hoy se le llama a una mujer casada o soltera de costumbres licenciosas así: ¡Esa es una peritorda!; y de ahí podría venir lo de “La Peri; porque Leonor no es una “peripatética”.

Por lo que respecta a las innovaciones literarias, La incógnita es una novela epistolar con un único punto de vista y una mínima participación del destinatario. Quizá Galdós siguió la tradición de la novela epistolar europea del siglo XVIII (Richardson, Goethe y Ch. de Laclos con Les liaisons dangereuses). En España Juan Valera también empleó la carta como artificio novelesco en la primera parte de Pepita Jiménez (1874).

Realidad es la primera novela dialogada de Galdós, que tendría como antecedente La Celestina. Los personajes con sus diálogos presentan la realidad, a veces con elementos antirrealistas como los apartes, soliloquios y monodiálogos (que es un diálogo interno con otra persona que puede estar presente físicamente o ausente). Otro elemento teatral antirrealista es el uso de las sombras, como las que utilizó Shakespeare en Hamlet y Macbeth. Vemos, pues, que para llegar a la pura realidad, tiene que transgredir el realismo de la época.

Se trata de dos novelas urbanas basadas en la sociedad madrileña de la Restauración, tal como venía haciendo Galdós: novelar la sociedad madrileña. Los personajes son de clase alta con ligera participación de personajes populares. Espacio, pues, madrileño y tiempo reducido en Realidad; mientras que en La incógnita el tiempo dura 4 meses según el envío de las cartas.

Referente al tema del adulterio don Benito plantea el triángulo amoroso de una forma original, una mujer Augusta que lleva la iniciativa y que quiere darle estabilidad a su relación y un amante Federico, hombre de honor, que no soporta la situación de ofender al marido de Augusta por ser un hombre de moral superior y además recibir dinero de él; por eso se suicida, cuando la castigada debía haber sido Augusta.

¿Recibe castigo Augusta? Pues en cierta medida sí, porque queda privada de su amante, se restaura el orden y su matrimonio sigue tal cual, evitando el qué dirán.

En el trasfondo autobiográfico es doña Emilia quien se ve reflejada en el personaje de Augusta y Galdós psicológicamente en Tomás Orozco.

Tal vez la mayor complejidad de las dos obras analizadas está en los personajes Tomás Orozco, marido de Augusta y Federico Viera, su amante. Ambos constituyen el doble perfil de la cara del dios Jano (pasado y futuro), Tomás es un hombre ansioso de perfección que mira al futuro; Federico es un inconforme, un inadaptado que mira al pasado, que sueña con la antigua sociedad aristocrática. Leonor, confidente de Federico, es una víctima de la sociedad burguesa y Augusta es el vehículo de descomposición de la familia burguesa. Ambas mujeres coinciden en la atracción por Federico Viera, pero para Federico una es la amiga confidente y la otra es la amante, y cuando Augusta invade el terreno de Leonor, “La Peri”, ofreciéndole dinero, se produce el conflicto.

Personajes complejos, tanto Orozco como Federico, que Augusta y Leonor no alcanzan a comprender las sutilezas de sus afinidades en el ámbito de la perfección. La coincidencia de ambos en el afán de perfección la expresa Federico en el deseo que comunica a la Sombra de Orozco: “Nos haremos pastores, marchándonos a una región distante, donde impere la verdad absoluta” (R.IV,xvi) y le contesta la sombra.“Eso sí”.

Esta identificación de los dos hombres, por encima de sus destinos y conductas tan diferentes, queda sellada en el abrazo con que termina Realidad, le dice Orozco a la Imagen de Federico: “Eres de los míos. Te admiro, y quiero que seas mi amigo en esta región de paz en que nos encontramos. Abracémonos” (R. V,xiii). Se produce la fusión con la imagen de Federico.

BIBLIOGRAFÍA:

Acosta de Hess, Josefina. Galdós y la novela de adulterio: Edit. Pliegos. Madrid, 1986

Bravo Villasante. Biografía de doña Emilia Pardo Bazán. R.de Occidente. Madrid, 1962

Pardo Bazán Emilia. Cartas a Galdós (1889-1890). (Prólogo y edición de Carmen Bravo Villasante). Edit. Turner. Madrid, 1978

Pérez Galdós, Benito, La incógnita y Realidad, Edición de Francisco Caudet, Cátedra, Madrid, 2004

- Edición de Rodolfo Cardona, Editorial Akal, col. Nuestros Clásicos, Madrid, 2009



                                                 Portada de Ediciones Akal, Madrid, 2009






 


                                           Anastasio Serrano







      












 1 . Homero. Odisea. Edit. Cátedra. Letras Universales. 13ª edición. Madrid, 2002. Se relata en el Canto VIII, vv. 266-369 y en la Literatura Española del siglo XVII. Cueva Juan, de la. Fábulas Mitológicas y Épica Burlesca”. (Edición de José Cebrián García). Editora Nacional. Madrid, 1984 (pp. 117-153)

2 . Anales Galdosianos. XII, 1977. Feal Deibe Carlos. “Honor y adulterio en Realidad” (pp.47-62)

3 . Pardo Bazán Emilia. Cartas a Galdós (Prólogo de Carmen Bravo-Villasante) .Turner. Madrid, 1978 (pp. 79-81) y ( p. 8)